Dar es D A R

martes, 2 de marzo de 2010

Noventa y nueve maneras de escapar




De dónde sea, cuándo sea. Sólo porque el cuerpo te lo pida, o porque ya no puedas respirar. Dejando la ventana abierta para que todos lo vean, yendo despacito en mitad de la noche sin zapatos para no asustar, cambiando de planes y decidiendo que aquello no es que lo quieres hacer, en los hombros de un unicornio a medio pintar, con una capa para sentir que tienes poderes, con una botella de whisky en la mano equivocada que estrella contra el muro y no te deja pasar desapercibido, olvidando los chicles, explicando a otro de qué va todo, repasando mentalmente un cuento de superhéroes para no sentir miedo, sin ropa interior por lo que se pueda encontrar, con ganas de comerse el mundo o de que él te coma, resbalando en la lluvia, haciendo tu propia lluvia, curando heridas a medio camino, soplando para que el viento guíe en otra dirección, con la mente en blanco, con el corazón en la mano, sin sentimientos a la vista, sobrevolando distintos horizontes, en la cama de una habitación cualquiera, en el sillón de papá, en los libros escritos con el alma, con quilos de superficialidad, huyendo de la foto en cuestión, regresando al lugar donde pensaste que a partir de ahí tu vida podría acabar que todo tendría sentido, desahogando palabras ante la mirada atenta del único que te sabe escuchar, poniendo estupideces a doquier, en una utopía, destruyendo naves espaciales que se mueren por atacarte, leyendo la vida sin tapujos, en una sobredosis, cerrando los ojos ante un amanecer, escribiendo en la frente las bestialidades que deseas cometer, creando universos paralelos a la nada, haciendo que otro se sienta mal, gritando silencios, hablar en otro idioma como si no fuesen a entenderte, contando hasta mil noventa y dos, falseando euforia, melancolizando un atardecer, diciendo un adiós somnoliento, perdiendo el equilibrio, escribir canciones que nadie debería leer, vomitando secretos que hacen daño, diciendo algo y ya está, tirando piedras sin preocuparse por esconder la mano, escondiendo el mundo tras la persiana, en el mar ahogándose sólo para sentir la necesidad de respirar, tras una camiseta nueva, huyendo de un incendio que no puede dañar, en el ruido constante de los martes al mediodía, en la adolescencia, amando al primero que te haga caso, olvidando al último que no lo hizo, en las promesas, echando de menos a cosas realmente buenas, quemando cartas, ir para no volver, mintiendo sobre lo maravilloso que va todo desde que se ha ido, dejando un lugar vacío en la cola, sintiéndose débil, repitiendo las palabras de un diálogo perfecto, viviendo sólo la noche, en las madrugadas, recortando personas de los recuerdos, con una voz a susurros, midiendo el aire, en un cajón, borrando sentimientos, deseando empezar otra historia, descubriendo que el vecino de arriba tiene un talento oculto, en unas vacaciones mentales, siendo otro, durmiendo sin soñar, soñando sin dormir, besando una y otra y otra y otra y otra vez, en unos planes basados en unas entradas para dentro de seis meses, diciendo palabras que sólo las pueden decir los mayores, teniéndose, tiñendo el pelo de otro color, gastando el tiempo en abrazos, regalándose música buena, acabando con una tortura interna, saltando el arco iris sin buscar el tesoro en su final, comprendiendo la velocidad de la luz, desilusionando al malo de la película, dibujando aviones, revelando carretes de hace años, fingir interferencias, volviendo a febrero, pedir que sea tu cumpleaños otra vez, descuartizando palabras, exiliándose en la casa del árbol, sumando las risas, bañarse en el mar por la noche, en los tópicos no típicos, en unos brazos conocidos, llenando estas líneas

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